miércoles, 25 de noviembre de 2009

GUNESVINDA

Hoy os dejo un trabajo que me mandaron para clase, que era hacer un cuento iventado por ti, y dibujado por ti, y asi lo hice me dedique mucho a este trabajo y me encanto poder hacer ver a los niños cosas, que tal vez desconozcan y que un dia cuando se lo lea aprendan con el... Espero que os guste, queria compartirlo con todos vosotros...
Una futura maestra infantil...

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Hace mucho mucho tiempo, en una pequeña aldea rodeada por un monte redondo. Vivía Gunesvinda, una pequeña brujita que solo conocían los niños solitarios, sin amigos y sin nada en lo que pudieran creer. Yo la conocí…Me llamo Iris, mi abuela me contaba la leyenda de Gunesvinda, me decía como muchos niños la habían visto, y habían conseguido hacer lo que no hubieran logrado conseguir.Un día me fui caminando por el monte redondo, veía como las flores se abrían, como las pequeñas piedras del camino se amontonaban una encima de otra, el viento movía las hojas que me dibujaban un camino. Me senté en la roca, triste y sola, recordando la leyenda que me había contado mi abuela y esperando que la pequeña brujita apareciera, pero no apareció, No la volví a buscar más, me puse tan triste al no verla…Pocos días más tarde empezó a ir al colegio, tenía unas ganas enormes de encontrarme con mis amigos, y de aprender cosas nuevas, pero lo que más miedo me daba, era cuando la profesora me preguntaba algo y no sabía que responder…Mis amigos del cole se reían de mi porque yo no era tan lista como ellos ni se me daba todo dan bien. Pero seguí pensando en Gunesvinda, en lo que ella me diría que hiciera, para que las cosas me fueran mejor si algún día la encontraba.Un día en el cole nos llevaron de excursión al monte redondo, nos enseñaron distintas clases de arboles y de animalitos que Vivian allí. Había un gran roble, me imagine como seria si me encontrara con Gunesvinda. Cuando me quise dar cuenta todos mis compañeros de clase no estaban, había desaparecido. Me puse triste, tuve miedo y me entraron muchas ganas de llorar…Me senté junto al roble, esperando que vinieran a buscarme, pero nadie apareció. Solo se oía el ruido del viento y el canto de algunos pajarillos. De pronto todo se quedo en silencio me levante y mire a mi alrededor.
- ¿se habían olvidado de mí?
Detrás de mí sonó una voz desconocida que dijo:
- Hola Iris ¿Cómo estás?
Me di la vuelta y allí estaba ella Gunesvinda, montada en su escoba, con un traje rojo, una capa verde con su sobrero rojo y sus zapatos verdes. Empezó a dar vueltas sobre mí riéndose.Estaba sorprendida de verla, pero no entendía muy bien porque estaba allí si no la buscaba y cuando la buscaba no la encontraba. Cuando se puso en frente de mí le conteste:
- Estoy triste, porque me he perdido y nadie se preocupa por mí, porque no viene nadie.
Gunesvinda se ríe mientras hacia piruetas con su escoba.
-tienes hambre- me dijo
- si- le conteste
Y ella sin pensarlo dos me veces me sentó en su escoba, y fuimos volando hasta la parte más alta del roble, donde habían una casita de madera que en vede persianas tenia alas de mariposa de brillantes colores. Aparco la escoba en la puerta y me dijo:
- Esta es mi casa ven conmigo a merendar
- ¡pero si es la hora de comer!
- No importa, como yo no llevo reloj lo mismo me da.
Entraron en la casita, tenía una sola habitación y en el centro se encontraba una mesa redonda con mucha comida. Nos sentamos y empezamos a comer. Según íbamos comiendo yo iba notando que estaba más contenta y que podía hacer cualquier cosa. Gunesvinda me miraba con una sonrisa pero no decía nada. Cuando acabamos de merendar, me pidió que le acompañara hasta una de las ventanas. Dio un pequeño silbido y las alas de las mariposas se abrieron dejándome ver el exterior…
- ¡ves ese nido lleno de pajaritos que están empezando a volar! Primero dan pequeños saltos y mueven las alas pero no vuelan, luego darán unos saltitos más grandes y su cuerpo y sus alas cada vez irán teniendo más fuerza. Se caerán muchas veces pero su mama les ayudara a levantarse, hasta que ya no tengan miedo y vuelven a su lado.
- ¿qué me quieres decir con eso?
- Que con los niños pasa lo mismo, tienes que creer que puedes hacer las cosas y si de verdad las crees. Serás capaz de hacerlas, porque también tus padres estarán a tu lado ayudándote siempre.
Iris la miro sorprendida. Gunesvinda continúo diciendo:
- Si tienes confianza en ti misma serás capaz de lograr todo lo que te propongas, si te equivocas vuelves a empezar y poco a poco tendrás amigos, aprenderás cosas y será una niña feliz, tienes que decir siempre ¡Yo puedo! Y entonces te sentirás más fuerte. Al principio cada vez que lo digas te acordaras de mi porque conforme te hagas mayor me iras olivando. Porque ya serás capaz de hacer todo lo que quieras.
De pronto estaba de nuevo junto aquel roble solo, a lo lejos escuchaba las voces de sus compañeros que le llamaban, fue corriendo hacia ellos y todos se pusieron contentos de haberla encontrado, la abrazaban y le daban besos al mismo tiempo que reían. Iris se sintió feliz al ver que la querían y se habían preocupado por ella.Miro hacia atrás y no vio ni la casita ni el roble ni a Gunesvinda y recordando las últimas palabras que le dijo la brujita, sonrió y volvió a casa feliz y contenta sabiendo que a partir de ese momento todo sería distinto. Y preguntándose como su abuela se acordaba de Gunesvinda.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Un mundo de colores

Este cuento me lo dedicaron una vez, por dar color a las vidas, por ser como soy... pero ahora se lo quiero dedicar a Patri, una amiga de los viejos, tiempos, se que no esta pasando una buena epoca, y entre su vida, la mia, los estudios... acabamos siempre sin poder quedar. Quiero que sepa que ella es un color en mi vida, y que cuando mas gris esta todo. Ella sabe darle un toque a mi vida. Y se que ha muchas mas vidas mas! con sus tonterias, sus millones de ralladas, y nuestras risas. Pequeña no estas sola, y sobre todo no te rindas, porque solo vivimos una vez en la vida. y No estas sola, sigue poniendo color en tu vida. te quiero muchooo



Ernesto vivía en blanco y negro. En realidad, estaba rodeado de colores, pero él no los veía Ni él ni nadie a su alrededor los veía. Todo lo que llegaba a sus ojos era blanco, gris o negro.

Un caballo no era alzan, castaño o tordillo, sino gris, de alguna variedad de gris. Había gatos, perros y todo tipo de animales blancos, negro o grises, pero ninguno azul, marrón, amarillo verde. Un tigre era gris y negro, como una cebra. Igual una jirafa o un leopardo. Un guacamayo era una mezcla de gris claro y gris oscuro. Las flores y las frutas no eran amarillas, verdes, naranjas o rojas. Todo eran grises, como grises eran los arboles, los edificas, los alimentos y las personas. El cielo era gis claro y las nubes blancas, como sabanas recién lavadas con detergente. Ernesto creció en ese mundo descolorido. Pero no le molestaba, porque no conocía los colores, no sabía que existían. A su alrededor, muy pocos los habían visto y quienes decían conocerlos o siquiera haberlo soñado eran tildados de locos o de alborotadores.
Los padres de Ernesto tampoco veían los colores. Una vez, cuando se conocieron, notaron ciertas tonalidades pastel en los objetos que los rodeaban. Pero, apenas los percibieron, cerraron los ojos asustados. Cuando los abrieron de nuevo, todo había regresado a la desbrida monotonía del gris.
En resumen, Ernesto trabajaba en una cocina gris vivía en un apartamento gris, de una ciudad gris, de un país también gris. Sus muebles eran grises, la comida era gris y hasta la música que oía sonaba gris. Y ojo: no es que el gris, el blanco o el negro sean feos, es que cuando solo los ves a ellos te aburres. Te aburres y le pierdes el gusto a la vida.
El gran sabor que tiene la vida nos lo dan los millones de colores, sabores, olores, texturas y sonidos que hay. Imagínate que todos los animales sonaran igual: que los gatos hicieran miau, los perros miau y los elefantes y las ballenas miau. O que la única voz que les oyeras fuera miau. ¿Verdad que no te gustaría?
Donde vivía Ernesto había sabores, olores, texturas y sonidos pero no colores. Ernesto se movía entre grises y creía que no había nada más allá de las tonalidades que surgen al combinar el negro con el blanco.
Un día tan gris como cualquier otro, Ernesto salió para su oficina, vestía de gris, como siempre y la mañanera gris como cualquier mañana. Pero, de repente todo cambio.
Como si en medio de la oscuridad hubiesen encendido una luz o el hubiese pasado una dimensión a otra, Ernesto se encontró en un mudo diferente, bueno no diferente. En el mismo, pero rociado de colores. A fuente de ese cambio era una mujer llamada Laura, por donde ella pasaba los grises parecían retirarse a la carrera y dar paso a un maremoto de colores. Vista de lejos, parecía una cometa que acarrea un arco iris. Laura llevaba una blusa azul y una falda verde. Ernesto la vio entrar en una floristería y fue tras ella. Imposible no hacerlo. Jamás había visto nada ni nadie similar. ….


….. Al final un mundo de colores inundo sus ojos….